El pasado martes, 24 de octubre de 2023, se celebró en el Instituto Cervantes el Acto de entrega de la II Edición de los Premios Celia Amorós de Ensayo Feminista organizado por el Instituto de las Mujeres.
Este año han homenajeado a la presidenta del CAPS-RedCAPS y doctora Carme Valls Llobet por su trayectoria como referente a la producción y divulgación científica, en particular sus aportaciones a la incorporación del enfoque de género en salud y medicina.
A continuación os dejamos la carta de agradecimiento escrita por Carme Valls.
En primer lugar quisiera agradecer al Instituto Cervantes su hospitalidad y la presencia de su director Sr. García Montero, y al Instituto de las Mujeres, en este momento representado por la Sra. Varela, por haber promovido este homenaje, que bien seguro merecen muchas profesionales de la salud, médicas, enfermeras, psicólogas, asistentes sociales, que desde hace años forman parte de la Red de profesionales de la salud, REDCAPS, que ha trabajado desde hace más de 25 años en hacer visible los riesgos, los condicionantes y los determinantes que han condicionado la salud de las mujeres y han permanecido invisibles para la medicina.
A través de la práctica profesional cotidiana, empecé a darme cuenta de que las mujeres eran las principales demandantes de asistencia en atención primaria y en endocrinología a todas las edades. Sus principales quejas, el cansancio y el dolor en todas sus manifestaciones, se enfrentaban y se enfrentan con la limitada preparación de los profesionales de las ciencias de la salud, sobre las enfermedades crónicas, ya que la ciencia médica había nacido en los hospitales, con patologías agudas de predominio masculino, y, por tanto, con una gran falta de investigación y formación de las diferencias en enfermar entre mujeres y hombres.
Hasta la última década del siglo XX, la salud de las mujeres se había estudiado solo en relación con la salud reproductiva alrededor del embarazo y parto, por considerar que la única diferencia entre mujeres y hombres es la reproducción, con una ausencia de ciencia y docencia del mismo ciclo menstrual a lo largo de la vida. Se constata, pues el androcentrismo en la Ciencia, y la falta de estudios de las diferencias, de las desigualdades y de las opciones sexuales.
¿Por qué las mujeres han sido invisibles por la medicina?
Las mujeres han estado ausentes como objeto de la investigación biomédica hasta finales del pasado siglo. La mayoría de los trabajos de investigación en todas las áreas de las ciencias de la salud, hasta finales del año 1990, no incluían mujeres en sus cohortes de investigación. Las mujeres permanecían invisibles para la ciencia. La presunción de que mujeres y hombres son iguales y que estudiar enfermedades y procedimientos diagnósticos era “neutro” para la Medicina y la investigación, tuvo como consecuencia la ausencia de mujeres dentro de los trabajos de investigación que tuviesen en cuenta los aspectos biológicos, clínicos, psicológicos, sociales, culturales y medioambientales de la salud. Pero la presencia de mujeres como objeto de estudio no sirve de mucho si al mismo tiempo no se valoran las condiciones de vida y trabajo en los trabajos de investigación, ni la sobrecarga psicosocial, como la dobles jornada, la discriminación laboral, o las múltiples violencias machistas a las que están sometidas.
La ciencia médica que había sostenido que estudiar al varón era estudiar al ser humano, ha tenido que cambiar sus paradigmas y empezar a reconocer que si existen diferencias no solo sociales sino también biológicas entre mujeres y hombre, en el desarrollo neurológico de las conexiones cerebrales, en 43 tejidos del cuerpo humano que expresan las proteínas de forma diferente, en el predominio de enfermedades autoinmunes, y en las que se derivan de su biología diferencial como alteraciones de la menstruación, problemas los embarazos y partos, y en la farmacocinética de determinados fármacos que se metabolizan de forma diferente según el hígado sea de uno u otro sexo. Un grave problema en la investigación de fármacos es la “negligencia penetrante y persistente” al hacer servir solo células y tejidos masculinos y ratas macho en la investigación preclínica, cuando se ha demostrado que lleva a errores, y al hecho de que el ochenta por ciento de efectos secundarios de los medicamentos que se administran afecten a mujeres.
El paradigma de la invisibilidad de las mujeres ha sido la enfermedad cardiovascular.
En el año 1991, se produjo la primera publicación sobre la exclusión de las mujeres en los tratamientos de cardiología, por estenosis de las coronarias. A igualdad de patología, los hombres eran enviados a cirugía y las mujeres a sus casas, con la idea de que las mujeres no podían tener problemas de corazón ni infartos de miocardio. La revisión posterior de esta mala praxis profesional reveló que las mujeres con patologías coronarias habían hecho los mismos infartos que los hombres y con mayor mortalidad. La cardióloga norte-americana Bernardine Healy, publicó su famosa editorial a la prestigiosa revista New England Journal of Medicine, “El síndrome de Yentl”. La mayoría de trabajos de investigación sobre mortalidad cardiovascular, factores de riesgo y tratamientos, se habían hecho solo con hombres, con excepción del estudio Framingham. Los sesgos de género en la investigación se demostraron por primera vez como causa directa de los sesgos de género en la asistencia sanitaria. Actualmente, ya se ha reconocido que la cardiopatía isquémica y los accidentes vasculares cerebrales son la primera causa de mortalidad de mujeres en todo el mundo.
Durante los años 1990 al 2000, un movimiento internacional de investigadoras impulsó la inclusión de las mujeres en los ensayos clínicos. El primer paso lo dio Bernardine Healy que a partir de 1992 dirigió el Centro Nacional de Investigación de estados Unidos, y promovió una primera ley que impedía destinar fondos públicos de investigación a los trabajos que no incluyeran mujeres y no tuvieran en cuenta las minorías étnicas. Un segundo acuerdo importante de esta década fue entre las principales revistas médicas que recogen trabajos de investigación, liderado por Marcia Angell, para impedir que se publiquen trabajos que no tengan sus datos diferenciados por sexo.
Con dificultades, lentamente, pero con fuerza, se va introduciendo la necesidad de trabajar con perspectiva de género en la investigación médica y en la asistencia sanitaria. En la revista de Medicina interna Jama, Vivian W Pinn afirmaba ya en 2003 : “La investigación de la salud de las madres ha sobrepasado los límites que la encerraban en los órganos y hormonas relacionados con la reproducción (…). Cada vez más. La asistencia sanitaria se ha de basar en las diferencias biológicas, que comporta el sexo y las influencias del género, en los factores de conducta, geográficos, culturales, económicos y sociales”.
Constatamos, por lo tanto, que nos falta la Ciencia de la diferencia y las desigualdades, que ha de nacer desde la Atención Primaria, que es el lugar del sistema sanitario donde más se necesita la identificación y seguimiento de las diferencias, y donde se presentan mayoritariamente mujeres pidiendo ayuda. Si no se diagnostica bien, si las demandas de las mujeres son atribuidas a causas psicosomáticas, no nos puede extrañar que seamos el país que más psicofármacos, ansiolíticos y antidepresivos, se recetan; fármacos destinados de cinco a siete más veces a mujeres que a hombres.
También es frecuente que se minimice o maximice la patología de las mujeres con base en las analíticas de laboratorio, que son evaluadas por su frecuencia, pero no en función de su normalidad para mejorar la calidad de vida. Lo frecuente no es sinónimo de normal. La violencia de género es frecuente, pero creo que nadie puede considerarla como normal. Las anemias, las faltas de hierro y el hipotiroidismo son enfermedades frecuentes entre mujeres, pero por su frecuencia son consideradas como normalmente mujeres y no reciben tratamiento en muchos casos.
Si la perspectiva de género está alejada de la ciencia, el efecto del Medio Ambiente sobre la salud, y su especial afectación sobre la salud de las mujeres, está lejos de la docencia en las ciencias de la salud. En mi libro, “Medio Ambiente y Salud. Mujeres y Hombres en un mundo de nuevos riesgos”, he podido recopilar las evidencias científicas que tenemos en este momento sobre el efecto de la contaminación del aire, de los pesticidas, de los químicos tóxicos o de los campos electromagnéticos, que influyen negativamente en la salud humana.
El campo el que se han publicado más estudios sobre morbilidad diferencial en los últimos tres años es el cardiovascular, alertando de ampliar los factores de riesgo a causas específicas de mujeres como el síndrome de ovarios poliquísticos, la eclampsia del embarazo, la terapia para cáncer de mama, las enfermedades autoinmunes, las enfermedades reumáticas, la depresión, el estrés relacionado con la sobrecarga del cuidado de la familia y de las casas y la violencia de género. Sin investigación no hay docencia, pero hemos de constatar que la docencia en las ciencias de la salud no ha incorporado en las asignaturas troncales y en los curriculums exigidos a su profesorado, ni la perspectiva de género, ni los efectos del medio ambiente sobre la salud.
Viendo el retraso con el que llegaban las novedades de la investigación a las profesionales sanitarias y a las mismas mujeres, pude colaborar en los trabajos de una ONG científica sin ánimo de lucro, fundada en 1993, cumple este año su 40 aniversario, el CAPS (Centro de Análisis y Programas Sanitarios). Desde el programa “Mujeres, salud y calidad de vida” organizamos el Primer Congreso Internacional sobre Mujeres, Salud y trabajos en los que participaron 53 países de todos los continentes. Este Congreso o se hubiera podido realizar sin la ayuda específica del Instituto de las Mujeres y de la Comunidad europea. Tengo ocasión en este homenaje a dar las gracias al Instituto públicamente. Este Congreso dio lugar a 4 más, en Río de Janeiro, Estocolmo, Nueva Delhi y México, y a mantener en contacto una red de investigadoras internacional, que hacen investigación sobre las diferencias. A partir de 1996, iniciamos la REDCAPS, para autoformarnos en la ciencia de la diferencia y la desigualdad, y empezamos a editar la revista “Mujeres y Salud” bajo la dirección de la periodista Leonor Taboada, dirección que ahora comparte con la periodista Lourdes Duran. Revista que se mantiene gracias a las suscripciones y a la ayuda de la RED.
Quisiera dar las gracias también al Instituto de las Mujeres por promover este año la investigación, formación y divulgación sobre la salud de las mujeres con perspectiva de género, que aspira a poder divulgar recursos para mejorar la salud sexual y reproductiva de las mujeres a todas las edades, libre de la presión que suponen los mensajes patrocinados, por la industria farmacéutica, parafarmacéutica y cosmética, que han encontrado en el mercado de mujeres, una forma de conseguir beneficios, con muy poca ciencia que lo respalde.
Son muchas y muchos, los profesionales sanitarios que merecerían homenajes, porque están asistiendo cada día sin tiempo, ni recursos a muchas demandas que muchas veces encubren problemas como la pobreza, la violencia, los maltratos laborales, o la soledad; o porque están dejando la propia salud física y mental en los servicios de urgencia sobrecargados. Todos estos profesionales, ellas y ellos, cubren con su dedicación, abnegación y trabajo las deficiencias del sistema sanitario, que aunque es universal, precisa muchas mejora. A todas ellas y ellos dedico también este homenaje, también a mi familia extensa, y a mis hijos médicos, también Miquel y Rosa Turbau Valls, que hoy me acompaña. Espero que comprendan que mi trabajo nos ha robado espacio y tiempo de convivencia, pero no de estima y complicidad.
– Carme Valls Llobet, presidenta del CAPS-RedCAPS y doctora en endocrinología.
Puedes volver a ver la sesión completa en el siguiente enlace: https://www.youtube.com/watch?v=TtThfur3XHc